miércoles, 16 de octubre de 2013

Inmóvil al amor...



No encuentro palabras para decir, hoy sólo siento. 
A lo largo de mis días el silencio se hace eterno, y ya en mí se vuelve costumbre. Dentro mío hay un corazón, roto, sí, pero aún puede reconocer que el amor no se ha ido. ¡Qué idiota suele ser! Derrotada frente a todo acto de cariño por esta puta soledad. La mano amiga que solía acompañarme hoy ya no está. Se soltó sin previo aviso, supo cómo seguir sin mí. En cambio, mi cuerpo no se mantiene estable, el equilibrio se alejó.

Hoy, sólo soy los pies de la cuerda floja, el miedo a caer sin un resguardo abajo. Hoy soy esa mirada preocupante ante el dolor del golpe, del abismo.

Ya esa esquina no me espera, ya no brilla con su luz, ¿qué digo?, ya ni brilla. Sólo los recuerdos quedan, sólo las sensaciones de al fin llegar  y sentir en sus ojos la confianza para cruzar a sus brazos; reencontrarme, reencontrarnos.
Quizás no sea conveniente que siga pensándolo. Quizás no sea conveniente que aún lo mantenga en mis sueños. Quizás estos pensares y sentires vivos, tan vivos dentro de mí deba dejarlos ir. 
Es que me mata la soledad, me asfixia, me agobia. Triza poco a poco mis huesos, mis esperanzas, mis únicas ilusiones. Es que el tiempo sigue consumiéndome. Jamás fui perfecta ni menos eterna.

Quiero vivir. Quiero cumplir lo que sueño. Lo que he esperado.
¿Por qué me quitan mi tiempo, mis días, mi espacio?

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